miércoles, 8 de agosto de 2012

La sonrisa de "B"


Hoy no quiero hablarles de falsos mitos o de medicina: hoy, simplemente, quiero contarles algo acerca de mi amiga B.

Un servidor tuvo la fortuna de conocer a B. allá por el año 94, cuando arrancaba el segundo año de Medicina. Sin embargo, fué a partir del quinto curso cuando, a raiz de una guardia en la que coincidimos comenzamos a tratarnos más a menudo. Y reconozco que me impresionó: no ya por esa cara de muñeca tan encantadora que tenía, o por esos ojos que reflejaban tantas cosas por cada décima de segundo; ni siquiera por esa perenne sonrisa que siempre asomaba en su rostro cada vez que te la cruzabas. Podría decir que lo que me llamaba la atención era su increíble capacidad para entender en diez minutos lo que a un servidor le llevaba casi cincuenta (encima lo hacía con tal naturalidad que nunca te sentías en inferioridad), pero tampoco sería cierto…¿sus ansias de viajar de un lado para otro, tal vez, igual que una paloma mensajera?, tampoco era eso. Mi amiga B. tenía un encanto especial, algo que he podido encontrar en mi vida en dos o tres personas nada más: con B. tienes la sensación de que todo es posible, que puedes hacer cualquier cosa por loca que parezca si te la propones. Cuando no ves las cosas claras, charlar con B. ilumina tus sombras y despeja tus miedos. Cuando B. sonríe, el mundo parece volverse mejor y siempre saca lo mejor de ti mismo...vamos, que es una de esas personas por las cuales sabes que esta raza nuestra merece la pena.

Pasaron los años, y mi amiga B. se fue a vivir a Cataluña donde, en medio de un mar de recortes y desastres de la Sanidad, reparte caramelos de alegría a los niños delicados de corazón, iluminando su mundo como hizo antaño con tantos otros…el tiempo, la distancia, la rutina y los niños han hecho que el contacto no sea tan fluido como antaño, aunque el cariño siga siendo el mismo. Por eso, cada vez que pienso en ella, recuerdo aquella frase que dijera el sabio un día: “en vez de querer hacer un océano de un desierto, hagamos primero un oasis”, es decir, que en vez de pretender salvar el mundo, cambiemos el nuestro y ayudemos a la persona de al lado a cambiar el suyo, con una sonrisa, un gesto o simplemente una frase de consuelo…mi amiga B. lo hizo conmigo hace muchos años. Por eso quería contarles hoy su historia (que también es la mía), para recordarles que puede haber una B. cerca suyo si miran bien, o mejor aún, ustedes pueden volverse como ella y ayudar a su prójimo. Pero sobre todo, la cuento para así poder decir lo mucho que quiero a mi amiga B., ya que nunca se lo dije hasta ahora..aunque con lo lista que es la chica, seguro que ya lo sabía.

Dr. Ángel Fernández

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