jueves, 4 de julio de 2013

La guitarra de Xavi

Muchas veces mis amigos ajenos al mundo de la Medicina me preguntaban si la realidad del día a día en el Hospital es como la pintan en las series de televisión. No puedo evitar sonreír cuando pienso en todas esas horas de imágenes de acción dentro de un Servicio de Urgencias, pidiendo pruebas inaccesibles para los médicos de estas áreas en el mundo real, aderezada con algún rollo episódico entre médicos, enfermeros y resto de personal sanitario. Aún admitiendo que eso de que se formen parejas dentro del mismo grupo de trabajo sea cierto (lógico, si se considera que puedes pasarte más tiempo de tu vida viendo a tu compañer@ en pijama de guardia que a tu propia pareja), el resto son poco menos que licencias dramáticas con el fin de ofrecer un producto de entretenimiento para el público…


Sin embargo, sí hay una cosa que se parecía y extraño: si se fijan , cuando acaba la –generalmente larga- jornada, los internos se marchan al bar de turno a contarse sus experiencias en un intento de ser seres humanos que se despojan de la bata blanca para vivir un poco, al compás de la música: ahí es donde entra en juego mi amigo Xavier Ginés, Xavi para los amigos.

Abulense de origen, ojos claros, piel pálida y pelo tirando a oscuro, Xavi demoró un año su entrada en la residencia, cayendo en medio de nuestra promoción para gozo y disfrute de los que le conocimos. Siempre de buen rollo, siempre sonriendo, siempre diciendo que todo le parecía bien, este compañero de fatigas de Hospital en los años duros de la Residencia desgranaba con su guitarra pequeños fragmentos de su alma a través de la voz; este pequeño –gran-trovador, narrador de historias reales que le sucedían- que nos suceden- y que resumía en unos pocos renglones nos hacía olvidar por unos muy buenos momentos que existían los Valium, el Hemicraneal o el Ventolín. Con pocas frases, cortitas y al centro del corazón, te recordaba que existía todo un mundo fuera de ese microcosmos que es el Hospital, que podías ser médico pero que, por encima de todo, eras un ser humano con unas necesidades tan elementales como compartir tu vida con tus amigos, reir sus alegrías y llorar sus penas. Así que ya ven, cada vez que ese fanático de Springsteen tocaba sus canciones o versioneaba otras tantas de Dylan, Carlos Goñi o Clapton, nos daba fuerzas para poder seguir adelante en nuestro día a día, al igual que Ana (Ana y Xavi, Xavi y Ana están tan metidos ambos en mis recuerdos dentro del apartado “imprescindibles” que no puedo separar uno del otro) hacía con nosotros.


El tiempo ha pasado, pero Xavi sigue alternando la Medicina con un puñado de letras sacadas desde el interior, donde vuelca historias y sentimientos que, cuando las escucho en mi ordenador o en la radio de mi coche, me hace recordar lo afortunado que fui en la Residencia de tener a estos dos Ángeles a mi lado ( de mis ángeles extrahospitalarios les hablaré otro día). Entonces piso un poco más el acelerador mientras recuerdo que un día de estos debería llamarle para decirle lo mucho que me gustan sus canciones, la ayuda que me prestan en mis frecuentes noches de insomnio y lo mucho que envidio su habilidad para condensar tantas historias y tantas emociones en tan poco espacio…te la debía, amigo que “nació para correr”.



Ángel Fernández