Muchas veces mis
amigos ajenos al mundo de la Medicina me preguntaban si la realidad del día a
día en el Hospital es como la pintan en las series de televisión. No puedo
evitar sonreír cuando pienso en todas esas horas de imágenes de acción dentro
de un Servicio de Urgencias, pidiendo pruebas inaccesibles para los médicos de
estas áreas en el mundo real, aderezada con algún rollo episódico entre
médicos, enfermeros y resto de personal sanitario. Aún admitiendo que eso de
que se formen parejas dentro del mismo grupo de trabajo sea cierto (lógico, si
se considera que puedes pasarte más tiempo de tu vida viendo a tu compañer@ en
pijama de guardia que a tu propia pareja), el resto son poco menos que
licencias dramáticas con el fin de ofrecer un producto de entretenimiento para
el público…
Sin embargo, sí hay
una cosa que se parecía y extraño: si se fijan , cuando acaba la –generalmente
larga- jornada, los internos se marchan al bar de turno a contarse sus
experiencias en un intento de ser seres humanos que se despojan de la bata
blanca para vivir un poco, al compás de la música: ahí es donde entra en juego
mi amigo Xavier Ginés, Xavi para los amigos.
Abulense de origen,
ojos claros, piel pálida y pelo tirando a oscuro, Xavi demoró un año su entrada
en la residencia, cayendo en medio de nuestra promoción para gozo y disfrute de
los que le conocimos. Siempre de buen rollo, siempre sonriendo, siempre
diciendo que todo le parecía bien, este compañero de fatigas de Hospital en los
años duros de la Residencia desgranaba con su guitarra pequeños fragmentos de
su alma a través de la voz; este pequeño –gran-trovador, narrador de historias
reales que le sucedían- que nos suceden- y que resumía en unos pocos renglones
nos hacía olvidar por unos muy buenos momentos que existían los Valium, el
Hemicraneal o el Ventolín. Con pocas frases, cortitas y al centro del corazón,
te recordaba que existía todo un mundo fuera de ese microcosmos que es el
Hospital, que podías ser médico pero que, por encima de todo, eras un ser
humano con unas necesidades tan elementales como compartir tu vida con tus
amigos, reir sus alegrías y llorar sus penas. Así que ya ven, cada vez que ese
fanático de Springsteen tocaba sus canciones o versioneaba otras tantas de
Dylan, Carlos Goñi o Clapton, nos daba fuerzas para poder seguir adelante en
nuestro día a día, al igual que Ana (Ana y Xavi, Xavi y Ana están tan metidos
ambos en mis recuerdos dentro del apartado “imprescindibles” que no puedo
separar uno del otro) hacía con nosotros.
El tiempo ha
pasado, pero Xavi sigue alternando la Medicina con un puñado de letras sacadas
desde el interior, donde vuelca historias y sentimientos que, cuando las
escucho en mi ordenador o en la radio de mi coche, me hace recordar lo
afortunado que fui en la Residencia de tener a estos dos Ángeles a mi lado ( de
mis ángeles extrahospitalarios les hablaré otro día). Entonces piso un poco más
el acelerador mientras recuerdo que un día de estos debería llamarle para
decirle lo mucho que me gustan sus canciones, la ayuda que me prestan en mis
frecuentes noches de insomnio y lo mucho que envidio su habilidad para
condensar tantas historias y tantas emociones en tan poco espacio…te la debía,
amigo que “nació para correr”.
Ángel Fernández
Neurólogo Hospital de la Reina
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Te ha gustado lo que has leído? Deja un comentario.