Efectivamente,
comer es un placer para la mayoría de las personas. Y cada vez con más
frecuencia los médicos de las diferentes especialidades atendemos en consulta a
personas con problemas de salud derivados de este placer. En el blog de hoy
pretendemos analizar algunos factores que influyen en la epidemia de obesidad
en nuestros días, y especialmente, en las razones por las que las personas
fracasan en sus intentos para mantener un peso
saludable.
Primer factor: Somos animales.
Imaginemos
a un antepasado nuestro, en la puerta de su caverna, tumbado al sol, relajado,
descansando después de una caminata para buscar alimentos… se acaba de comer
unas bayas del bosque y de momento se siente satisfecho… de pronto pasa un
cervatillo… le percibe... ¿Qué creen que hará nuestro tatarabuelo? ¿Alguien
piensa que se va a parar a pensar si le toca comerse su media mañana, las
calorías del animal o sus niveles de colesterol? ¡De eso nada! Todos sus
sentidos se ponen en marcha para dar caza al animal. Y es más, una vez que lo
atrapa y comienza a comérselo, no se detiene hasta finalizar el alimento.
Imaginemos
ahora al hermano de nuestro tatarabuelo, que habiendo comido las bayas,
considera que son más saludables, que se siente lleno y que no le apetece
comer. ¿Cuál de los dos tiene mayor posibilidad de sobrevivir? Y por lo tanto,
¿cuál tuvo más posibilidades de reproducirse?
Acabamos
de reflexionar sobre los mecanismos biológicos que han servido evolutivamente
para que las especies sobrevivan, y que siguen formando parte de nuestro
equipaje biológico, que son:
- Cuando veo comida me la quiero comer
- Cuando empiezo a comer me cuesta parar hasta terminarme la comida
- Cuanto más graso, dulce o salado es el alimento más me apetece seguir comiéndolo
- Cuando veo comida me la quiero comer
- Cuando empiezo a comer me cuesta parar hasta terminarme la comida
- Cuanto más graso, dulce o salado es el alimento más me apetece seguir comiéndolo
El
problema es que estos mecanismos actualmente en nuestro medio no son
necesarios, dado que tenemos una disponibilidad continua de alimentos de alto
contenido calórico, de forma fácil, sin tener que cazarlos ni correr detrás de
la comida para comérnosla, vivimos a una temperatura constante por lo que
tampoco gastamos calorías para mantenernos, etc. y el efecto secundario de todo
esto son los kilos de más.
Segundo factor: La “buena” educación.
Fondo de fotografía creado por Prostooleh - Freepik.com |
Por
otro lado, es conocido que los bebés traen instalada de forma innata una
capacidad para saber cuándo están saciados y qué deben de comer. Sin embargo, son
nuestros estupendos cuidadores quienes, con todo su afán protector, se encargan
de destruir ese mecanismo a base de las más variopintas artimañas (a saber,
distracción con la TV, avioncitos, “esta por papá”…) Eso por no mencionar, que
la mayoría de nuestros adultos con obesidad fueron criados por las madres de
posguerra, que vivieron en su infancia los efectos del hambre, y por tanto
tienen asimilado que el niño orondo es el que más sano está.
Sin
embargo, que una conducta esté programada biológicamente, o marcada en nuestra
crianza, no significa que no se pueda modificar. Podemos utilizar esta
capacidad nuestra como seres humanos de reaprender hábitos en nuestro favor. De
hecho, lo hacemos constantemente, o sino ¿cómo hemos aprendido a lavarnos los
dientes, a escribir, a vestirnos o incluso conducir…? Todas estas conductas, y
las que se nos puedan ocurrir, nos costaron un esfuerzo al inicio, pero con la
repetición se convirtieron en hábitos automáticos.
Una
vez analizadas algunas de las causas que influyen en las enfermedades
relacionadas con el exceso de peso, en el próximo Blog te propondré unos
sencillos pasos a seguir para conseguir un peso saludable.
Dra.
Eva Romero,
Psiquiatra Hospital de la Reina
Muy interesante. Deseando el proximo Blog.
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