Si, si, lo sé: admito que escribir esto en los momentos
actuales puede parecer poco correcto o poco menos que suicida, pero que quieren
que haga, hay días en que uno se levanta con la profesión de sufridor
incorporada a cuestas…
La frase que he escrito en mayúsculas no es de un
servidor, sino que la escuché de boca de uno de mis maestros en Medicina
Interna, cuando estudiaba mi cuarto año de carrera. Nos había ingresado un paciente con unas
extrañas pérdidas de memoria, el cual, tras múltiples discusiones entre
diversos miembros del equipo, fue etiquetado de un problema de riego cerebral.
El caso es que el hombre siguió presentando más episodios hasta tal punto que
obligó a plantear entre los diversos médicos la posibilidad de que, en verdad,
el problema se debiera a otra causa…a pesar de que todo era normal, se decidió
poner un tratamiento para epilepsia y el enfermo en cuestión nunca más tuvo problema alguno.
Cuando el paciente salió de la consulta en la última revisión, mi maestro (esos
que te cuentan lo que no viene en los libros) me soltó la frase que da título a
estas líneas.
Por eso, en estos días, cuando ya han pasado más de
quince años desde aquello (con unos
cuantos kilos de más y un bastante menos de pelo) no puedo evitar sonreirme
cuando veo la cara de los pacientes en consulta y se sorprenden cuando les digo
que no me preocupa que un compañero no haya acertado en el diagnóstico o en un
tratamiento concreto…porque he aprendido que esto de la Medicina no es una
ciencia, sino un arte tremendamente complejo, donde una persona tiene que
interpretar lo que otra le cuenta, sabiendo que los mismos síntomas que
Fulanita detalla con todo lujo de detalles se pueden deber a otro problema
diferente al de Mengano, ¡aun contando lo mismo!. Vamos, que aquello de que a
igualdad de condiciones de Temperatura, humedad y presión ambiental, el
organismo hace simplemente lo que le da la gana es más cierto que el Sistema
Solar…por todo ello, cada vez que acabo de ver a un paciente, siempre pienso
una coletilla que dice “…y si las cosas no van bien, debieramos explorar estas
otras opciones”. En resumen, se trata de admitir que, si bien es mucho lo que
conocemos y lo que hemos aprendido en todos estos años, es mucho más grande lo
que queda por conocer, y es admitiendo nuestra parcial ignorancia como podremos
avanzar en el conocimiento de las enfermedades que afectan al ser humano…
Por desgracia, solos no podemos lograrlo: necesitamos
el apoyo de los que manejan los recursos y la paciencia y comprensión de
aquellos a los que van dirigidas nuestra atención. Solamente trabajando juntos
en el mismo sentido lograremos llegar abuen puerto…está en nosotros.
Dr. Ángel Fernández
Neurólogo Hospital de la Reina
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